Ramiro Figueroa (Córdoba, Argentina) descubrió, a comienzos de la década de 1970, AFS Intercultura. Lo hizo a través de sus compañeros del instituto, una noche de vinos de su adolescencia. Al día siguiente, tras haber hecho el amago de repasar cultura popular para el examen del día siguiente, se presentó a las pruebas que AFS Argentina organizaba en su ciudad, la segunda más grande del país y, a pesar de lo sobrevenido del asunto, consiguió ser uno de los cinco becados a Estados Unidos entre los más de 500 candidatos de aquel año.

Comienza así su periplo californiano en 1971; estado donde vivió un segundo periodo vital durante la dictadura militar argentina, antes de mudarse definitivamente a España. Es aquí donde ha desarrollado una carrera artísitica en el mundo del teatro y del flamenco, siendo, actualmente, propietario del Tablao Flamenco TORERO en la céntrica calle madrileña de la Cruz.

Entrada del Tablao Flamenco TORERO
Entrada del Tablao Flamenco TORERO, en la calle de la Cruz de Madrid.

P- ¿Cómo fue tu aterrizaje en California?

R: Yo llegué sin saber apenas una palabra de inglés. Los primeros dos meses no fueron fáciles, ya que la barrera idiomática y la nostalgia del hogar me hacían pensar en el regreso de forma recurrente. Pero al tercer mes las cosas comenzaron a mejorar; y al final del curso, los estadounidenses necesitaban escucharme dos o tres frases para darse cuenta de que era extranjero.

Algo bueno de AFS Intercultura es que no te incorporas a tu nuevo hogar, te incrustas a él. Desde el comienzo yo ya llamaba a mi padre y mi madre californianos como ‘dad’ y ‘mom’; y lo mismo hacía con mis hermanos. Por aquel entonces, tu familia anfitriona tenía, por imperativo, un hijo o una hija de tu edad; en mi caso fueron los dos, ya que era una familia con mellizos; y ellos también hicieron más fácil mi adaptación.

P- ¿Y cómo evolucionó tu experiencia americana?

R: Fue una experiencia que me marcó de por vida, sin lugar a dudas. Yo creo que viajar siempre te hace más culto, siempre y cuando viajes con mentalidad abierta y estés dispuesto a descubrir la vida de otro lugar; es decir, si no viajas como en los modelos turísticos actuales del ‘todo incluido’ como los resorts del Caribe, o irte al Burger King cuando vas a Malasia o Japón.

Pues un programa AFS es algo más que viajar con mentalidad abieta, ya que, como decía, te incrustas en un nuevo entorno, una nueva familia, una cultura diferente… Yo pude vivir aquella experiencia porque en aquellos años, la beca no incluía únicamente el precio total del programa a Estados Unidos*, sino que nos daban una paguita, algo de dinero de bolsillo, cada mes, para poder subsistir.

También ayudó a mi integración la relación con mis hermanos de Pasadena, con los cuales compartía la afición por la artesanía. Mi hermano trabajaba el cuero, y a mí siempre me ha gustado trabajar directamente con los materiales primarios y mis manos, algo a lo que me he dedicado algunos años de mi vida. Lamentablemente, poco a poco he perdido la relación con ellos, si bien mi hermana sí ha venido en alguna ocasión a visitarme a España.

*En estos momentos, las becas de AFS Intercultura España no incluyen los destinos de Estados Unidos, Irlanda y Canadá con el fin de promover la diversidad cultural y lingüística en nuestros participantes.

P- ¿Y cuándo volviste de Argentina, seguiste vinculado a AFS?

R: Participé en la selección de los participantes del próximo curso; era algo que también era parte de la operativa de AFS (al menos en Argentina) en aquella época. Éramos los returnees (los participantes que acabábamos de llegar), los que prepárabamos y formábamos a la siguiente quinta de AFSers.

Ramiro Figuero en el interior del Tablao Flamenco TORERO
Ramiro Figuero en el interior del Tablao Flamenco TORERO

Luego fui desvinculándome del a organización… Hasta el golpe militar de 1976,  yo estaba estudiando en Córdoba en la Facultad de Filosofía y Letras, y nosotros, los jóvenes estudiantes, eramos como conejos en una cacería para los militares golpistas. Varios amigos míos fueron presos, así que yo escribí a mi familia americana y nos dijeron que si corríamos riesgo, nos fuéramos allí. Y eso hicimos, mi pareja de aquel entonces y yo. Hicimos las maletas y volamos a California.

En esta segunda etapa estuve cerca de San Francisco, en una pequeña ciudad universitaria llamada Davis; donde, de hecho, estudié joyería en la universidad, y vendíamos la artesanía que hacíamos con plata en los mercados especializados. Ahí, en poco tiempo pudimos ahorrar lo suficiente para venir a España en 1978, tras la muerte de Franco.

P- ¿Y aquí a qué te dedicaste? ¿De dónde viene tu afición por el flamenco?

Al comienzo seguí elaborando piezas de artesanía y vendiéndolas, era la época en la que los hippies estábamos de moda y no era difícil ganarse la vida. Luego desarrollé mi vena dramaturga, que mantengo hasta hoy en día.

En cuanto al flamenco, al llegar a España yo conocí a unos argentinos que llevaban por aquel entonces el Viva Madrid (al lado de la plaza de Santa Ana), era un lugar frecuentado por muchos gitanos, y aunque no era una taberna de flamenco, se arrancaban a bailar y cantar. Ahí comenzó a entrarme el gusanillo por este arte.

Al poco tiempo, yo comencé a regentar el bar Los Gabrieles, otro bar centenario de Madrid (ahora está cerrado) icónico para los gitanos por su tradición flamenca, ahí ha cantado Antonio Chacón, tocado Ramón Montoya, bailado Pastora Imperio… Figuras míticas del flamenco. Ahí ya me fui vinculando con el mundo del flamenco, de hecho, por aquella época venían mucho por el bar unos jovencitos que acabaron por formar el grupo Ketama, también Pata Negra pasaba por allí; y muchos otros.

Interior del bar Los Gabrieles
Interior del bar Los Gabrieles

Poco después me junté con mi vecina -con la que terminé teniendo cuatro hijos- y fundamos el tablao flamenco Cardamomo, en la calle José de Echegaray. Tuvimos un éxito bárbaro porque por aquel entonces no había ningún lugar en Madrid donde los gitanos fueran tan bien recibidos.

Para el pueblo, para la masa, el flamenco está muy vinculado al pueblo gitano, y aquí en España, quieras que no, hay una cierta animadversión (por llamarlo de alguna forma) contra el pueblo gitano; pero -ya no sé si por mi pasado AFS- yo siempre he sentido atracción por este mundo del flamenco y del pueblo gitano, sobre todo por la pasión y el sentimiento que le ponen. Y tanto el Cardamomo como ahora el Tablao Flamenco TORERO, que lo abrí en 1990 (aunque al comienzo era un café-teatro) son lugares profundamente vinculados con el pueblo gitano.